La Familia de Riuz(Omniverso)

Chapter 39: 39) Rosita...



En un apartamento de la ciudad de Calatonia, una cerdita seguía despierta desde muy temprano, incluso antes de que el sol asomara en el horizonte. Sentada a la mesa, con varios papeles y una calculadora frente a ella, repasaba las cuentas una y otra vez. Pero con cada nuevo cálculo, su ceño se fruncía más y más. Al final, solo pudo suspirar con impotencia y dejarse caer sobre la silla, completamente agobiada.

Por lo menos, hasta que escuchó pasos bajando por las escaleras.

Rosita: "¡Amor, ya te levantaste!" —saltó de su asiento al ver a su esposo, quien se arrastraba como un zombi hacia la cocina. Su expresión cansada y su andar pesado evidenciaban que aún no estaba completamente despierto—. "Estaba haciendo las cuentas y..."

Norman: "¿Tenemos jugo de naranja?" —preguntó con un tono indiferente, aún demasiado dormido para notar la tensión en la voz de su esposa.

Rosita: "Sí, en la puerta..."

Norman: "Gracias, amor." —Respondió mecánicamente, sacando el cartón de jugo y bebiendo directamente de él, olvidando por completo lo mucho que a Rosita le molestaba aquella costumbre—. "¿Sabes dónde están mis llaves?" —preguntó aún en su modo automático.

Rosita: "Sí, aquí están." —Levantó las llaves para que él las tomara, pero al mismo tiempo intentó retomar la conversación—. "Norman, he estado haciendo las cuentas y..."

No pudo terminar la frase. Norman tomó las llaves, le dio un beso rápido y caminó directo hacia la puerta.

Norman: "Gracias, querida."

Rosita: "¡No, Norman! ¡Norman!" —Corrió tras él y lo sujetó antes de que pudiera salir, impidiéndole abrir la puerta.

Norman: "¿Qué pasa, amor? Tengo que llegar temprano al trabajo. Todavía tengo pendientes de ayer y si no los entrego antes del mediodía..."

Rosita: "Norman, escucha, esto es importante." —Su voz sonaba cada vez más tensa.

Norman: "¿Qué pasa?" —preguntó, ahora con un toque de molestia y confusión.

Rosita: "Norman, he estado haciendo cuentas... y no estamos bien." —Su tono era serio, cargado de preocupación.

Norman: "¿Tendremos que hacer ajustes otra vez...?"

Rosita: "¡No, Norman! No entiendes la gravedad de esto. Te digo que estamos muy mal. Si seguimos así, vamos a perder la casa."

Norman: "¡¿Qué?!"

Rosita: "El banco llamó anoche. Exigen el pago de la hipoteca de inmediato. Además, varios servicios aumentaron este mes y la última reparación del auto... creo que ni siquiera revisaste la cuenta, ¿verdad?" —Dijo con firmeza, pero su desesperación se hacía cada vez más evidente.

Norman: "¿Qué? No... pero..."

Rosita: "Nuestro dinero se ha estado esfumando estos últimos meses... ya no tenemos ahorros. Y estuve calculando esta mañana: no tenemos dinero suficiente para pagar nuestras deudas. Lo que ganemos el próximo mes no será suficiente para cubrir todo, y en el futuro... bueno, todo indica que solo va a empeorar. El banco ya nos advirtió que si seguimos sin pagar el monto acordado, embargarán la casa."

Su voz tembló en la última frase, y aunque trató de contenerlas, algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Norman: "Pero... ¿cómo...?" —Murmuró, abatido, sin poder creer lo que escuchaba—. "¿Desde cuándo nos empezó a ir tan mal?"

Golpeó suavemente la cabeza contra la pared, ahora mucho más despierto que unos minutos antes.

Rosita: "Creo que desde que nos llamaron del banco hace unos meses... para informarnos que todo este tiempo hemos estado pagando un monto inferior al acordado."

Se quedó en silencio, sintiéndose igual de abrumada que su esposo, pero esforzándose por mantenerse firme. No podía permitirse derrumbarse también.

Ambos recordaban aquel día con claridad. Habían ido al banco convencidos de que se trataba de un error menor, pero cuando les mostraron el contrato de su hipoteca, lo que vieron los dejó helados. El documento no era como lo recordaban. Según lo que tenían en sus manos, la cantidad que mensualmente habían estado pagando durante los últimos años representaba apenas un 40% del monto real que debían abonar cada mes.

El banco se disculpó por no haberlo notado antes y no haberles informado con anticipación. Les aseguraron que no habría problemas por los pagos anteriores, siempre y cuando, a partir de ese momento, cumplieran con la cuota correcta y, además, cubrieran la deuda acumulada por los meses en los que habían pagado de menos.

Ambos estaban asustados y confundidos. Rosita, que tenía buena memoria para los números, estaba segura de que las condiciones originales no eran esas. Recordaba que la tasa de interés debía ser fija, pero en el contrato que les mostraban —con sus firmas al final de la página— figuraba como un interés variable.

Hubo discusiones con el banco, y hasta consultaron con un abogado. Pero al final, no había mucho que pudieran hacer sin arriesgarse a que la situación empeorara aún más. No tenían pruebas para impugnar el contrato. Así que, con el peso de la incertidumbre sobre sus hombros, no tuvieron más opción que aceptar las nuevas condiciones.

Desde aquel día, parecía que todo se había convertido en un gasto tras otro. Sus finanzas se deterioraban rápidamente. Rosita hizo todo lo posible por reducir costos, pero por más que se esforzara, la situación solo empeoraba.

Y ahora, habían llegado a este punto. El próximo mes, simplemente ya no tendrían dinero suficiente para cubrir las deudas.

Norman: "¡¿Por qué ahora?!" —se quejó, golpeando suavemente su cabeza contra la pared—. "Mi jefe ha estado presentándome con gente importante, parece que planea ascenderme... ¿Por qué los problemas no pueden esperar un poco más?"

Rosita: "Quizás..." —murmuró con duda. La verdad, ella tampoco sabía qué hacer.

Sabía lo estresado que estaba su esposo. Desde hacía tiempo, salía de casa más temprano y regresaba más tarde, siempre cargado de trabajo. Y aunque esta no era la mejor noticia para darle, tenía que decírselo.

Rosita: "Si consigo un trabajo a tiempo parcial, podríamos aguantar un poco más hasta que te asciendan."|

Norman: "¿Tú? ¿Trabajar? Pero... ¿qué pasará con los niños?"

Rosita: "Podría contratar una niñera o encontrar algo que pueda hacer mientras ellos están en la escuela... o quizá en las noches."

Pero ni ella misma estaba convencida de que fuera una solución viable.

Norman: "No, déjalo así." —Sacudió la cabeza, decidido— "Tú preocúpate por los niños. Yo me encargaré del dinero... Le pediré un aumento a mi jefe. Saldremos adelante."

Norman le dio un beso en la frente antes de salir por la puerta.

Rosita suspiró, resignada, y se preparó para atender a sus hijos antes de que llegara el autobús escolar.

Lo que la pareja de cerdos no sabía era que, oculto entre los arbustos frente a su casa, alguien los observaba.

Una serpiente, vestida con un traje de camuflaje, se mantenía inmóvil en la sombra, espiando con un equipo de escucha de alta tecnología. Los micrófonos eran tan avanzados que le habían permitido captar cada palabra pronunciada dentro de la casa.

Llevó su cola a su comunicador y, con voz áspera pero femenina, susurró:

Snake: "Aquí, agente Scaler." —Hizo una breve pausa—. "Ha llegado el momento... La cerda busca las trufas. Repito, la cerda busca las trufas. Pasen a la fase dos del plan."

...

Dentro de un edificio de apartamentos no muy lejano y en una camioneta que rondaba por el barrio, varias mujeres de diferentes especies, pero con un comportamiento marcadamente militarizado, reaccionaron de inmediato al aviso.

Desde la camioneta, pequeños animales ágiles descendieron con montones de papeles en sus manos. Sin detenerse, el vehículo continuó su marcha mientras iba dejando a estos diminutos agentes en distintos puntos estratégicos. Con una destreza impresionante, cada uno comenzó a pegar carteles por toda la zona.

Al mismo tiempo, en la mansión de cierto humano dentro de la ciudad, una mayordoma comenzó a preparar la difusión de una oferta de trabajo. Técnicamente, la mansión realmente necesitaba personal, pero los requisitos para trabajar allí eran excepcionalmente altos.

...

Rosita salió apresurada a hacer las compras. Había estado tan enfrascada en sus pensamientos que no se dio cuenta del tiempo que había pasado. Si quería tener todo listo a la hora indicada, tenía que darse prisa.

El trayecto no era corto, pues conducía hasta una tienda en particular. No era la misma en la que solía comprar antes de que su situación financiera se desmoronara. Esta nueva tienda, aunque no tenía productos de la mejor calidad, al menos ofrecía precios más accesibles.

Mientras manejaba, su mente no dejaba de atormentarla. Todo se había desmoronado tan rápido... Ahora debía comprar productos cuya calidad dudaba, cuando toda su vida de madre había intentado darles lo mejor a sus hijos. Además, no podía dejar de cuestionarse si debía vender su auto, aquel que había sido un regalo de bodas de sus padres. También pensó en la posibilidad de pedirles ayuda económica, aunque la idea no le gustaba.

Tan absorta estaba en sus pensamientos que, sin darse cuenta, estuvo a punto de pasarse una luz roja. El susto la hizo reaccionar justo a tiempo para evitar un accidente. A partir de ahí, decidió concentrarse completamente en el camino.

Al llegar a la tienda, comenzó a seleccionar sus compras con cuidado. Se tomaba el doble de tiempo revisando cada producto, buscando siempre la mejor calidad dentro de lo disponible. Era la única manera de asegurarse de que la comida en casa no bajara demasiado de nivel.

Mientras revisaba los estantes, el parloteo de dos mujeres mayores llamó su atención. Normalmente habría ignorado la conversación, pero lo que decían captó su interés.

Mujer 1: "Te lo digo, cuando dijeron que un ZooBlack se estaba quedando en la ciudad, no lo creí. ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que estuvieron aquí? ¿Cuarenta años? No pensé que volverían. Aquí no hay nada que pueda llamar su atención."

Mujer 2: "No lo sé, pero me hace sentir orgullosa de vivir aquí. ¿Quién sabe? Quizás uno de estos días podríamos ver a un humano caminando por la calle… Dicen que un solo roce de ellos te rejuvenece diez años y a las mujeres las vuelve más hermosas."

Mujer 1: "¡Esas son patrañas! Si eso fuera cierto, su fortuna se habría basado en tratamientos de belleza desde el principio. Pero ¿sabes lo que sí es emocionante? ¡Su mansión está contratando sirvientas! ¿Puedes creerlo? Trabajar en la Mansión ZooBlack… ese estatus sería incluso mayor que el de muchas celebridades. Y por lo que escuché, pagan una fortuna. Trabajas allí por una década y te retiras sin preocupaciones." —Dicho esto, la mujer suspiró con resignación.—Pero ya soy demasiado vieja. Maldición… ¿por qué no pudo pasar esto hace veinte años? Si tuviera, no sé, la edad de esa cerdita de allá…"

Rosita parpadeó al darse cuenta de que la mujer la estaba señalando casualmente.

Mujer 1: "Si tuviera su edad, me lanzaría de cabeza a conseguir ese puesto, aunque tuviera que abrirme paso a mordiscos entre las demás candidatas."

Mujer 2: "Sí… estás muy vieja."

Mujer 1: "¡¿Qué dijiste?!"gritó, ofendida.

Mujer 2: "¡Que estás vieja y sorda!" —le respondió con la misma intensidad—. "Pero tranquila, estoy igual. Por suerte, tengo una hija y una nieta que podrían lograrlo. Solo aceptan mujeres, así que ya eliminamos a la mitad de la población… creo que tienen buenas probabilidades."

Mujer 1: "Aun así, tendrían que competir contra todas las jóvenes de la ciudad y las que vengan de afuera. Además, tu hija es más fea que mis hemorroides, así que no te hagas muchas ilusiones."

Mujer 2: "Tú eres una hemorroide."

Rosita observó en silencio cómo las mujeres seguían discutiendo mientras empujaban sus carritos. La conversación la dejó pensativa. No podía negar que era toda una novedad que un humano hubiera llegado a Calatonia. Sin embargo, no tenía tiempo que perder. Terminó de hacer sus compras y se dirigió a la caja.

Había solo una cajera, quien miraba distraídamente una pequeña televisión que transmitía un reportaje. Rosita echó un vistazo y vio que el reportero estaba frente a una mansión con una fila inmensa de mujeres.

"Las entrevistas para trabajar en la Mansión ZooBlack comenzaron hace seis horas, pero hasta el momento, ninguna ha conseguido el puesto. No obstante, muchas han logrado obtener empleo temporal en la nueva empresa de la familia en la ciudad vecina, así que intentarlo no es del todo una pérdida."

Rosita se quedó absorta mirando la pantalla hasta que la cajera la sacó de su trance al darle el total de su compra.

Sacudió la cabeza, pagó y salió de la tienda sin notar que, poco después, las dos ancianas se acercaron a la caja. Se miraron un instante antes de parpadear un número específico de veces hacia la cajera. Esta cerró los ojos y golpeó el mostrador dos veces. Luego, las mujeres abandonaron la tienda y se dirigieron a un callejón, donde comenzaron a quitarse la ropa. Debajo de sus vestimentas, no eran ancianas en absoluto. Sin perder tiempo, sacaron un comunicador y contactaron un apartamento que servía como base de operaciones.

Mientras tanto, Rosita caminaba hacia su auto cuando una hoja de papel, arrastrada por el viento, se estrelló contra su cara. Con un leve sobresalto, la apartó y la examinó. Era un cartel anunciando vacantes en la Mansión ZooBlack.

Por curiosidad, revisó los requisitos y penso:

¿Mujer? ✓

¿Edad adecuada? ✓

¿Experiencia en el cuidado del hogar? ✓

¿Preferencia por un tamaño medio (pero no excluyente)? ✓

Se quedó observando el papel unos segundos, pero no tenía tiempo que perder. Lo dobló y lo guardó en su bolso antes de subir a su auto. Justo cuando iba a encender el motor, vio otro papel atrapado en el parabrisas. Esta vez, era un anuncio de niñeras.

"Trabajamos con todo tipo de niños, desde los más tranquilos hasta los más problemáticos. Desde uno solo hasta grupos numerosos."

Lamentablemente, el cartel estaba medio roto, probablemente por haber sido arrastrado por el viento durante horas hasta acabar sobre su auto. Lo arrugó y lo arrojó a un basurero público antes de emprender el regreso a casa.

Sin embargo, en el camino, no pudo dejar de pensar en ambos anuncios.

Cuando por fin llegó frente a su hogar, suspiró con alivio. Aún tenía tiempo para preparar todo. Antes de entrar, notó que el mismo cartel de niñeras estaba pegado a un poste cercano.

Dudó por un momento, pero finalmente arrancó uno de los números de contacto. Con una idea rondando en su mente, entró a la casa, sintiendo que el destino le estaba enviando una señal.

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(Lo subo ahora porque no creo que mañana tenga tiempo)

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