Jurassic Park : Nuevo Mundo

Chapter 18: capitulo 18



El silencio del refugio subterráneo era espeso, casi tan denso como el aire húmedo que los envolvía. El lugar, iluminado por lámparas solares colgadas en las paredes de concreto, parecía una mezcla entre búnker militar y laboratorio abandonado. Estantes llenos de documentos, vitrinas con frascos etiquetados en latín, mapas marcados con zonas tachadas en rojo y una serie de viejos monitores ahora apagados decoraban el entorno.

Leo se sentó en una de las bancas metálicas junto a Maya, ambos aún con la ropa salpicada de barro seco y hojas. Kiara descansaba de espaldas contra una columna, con los ojos fijos en el doctor Elias Rivas, quien, desde que los había rescatado del híbrido, no dejaba de dar vueltas por la sala, como si evitara mirarlos directamente.

—Doctor —rompió el silencio Darío, serio y directo—. Necesitamos respuestas.

Rivas se detuvo, con las manos en los bolsillos de su bata blanca deshilachada. Había estado evitando ese momento desde que los trajo al refugio. Su mirada, cargada de años de peso y secretos, se clavó en los adolescentes. Sabía que no podía ocultar la verdad por más tiempo.

—Ya murieron demasiadas personas allá afuera —intervino Kiara con la voz baja pero firme—. Marta… Adrian… Felix… No puede seguir callando.

El doctor apretó los labios y luego asintió. Caminó hacia una mesa central, se apoyó en ella y, por fin, habló.

—Está bien… —respiró hondo—. Escuchen con atención, porque una vez que sepan la verdad, ya no podrán vivir como antes.

Los chicos intercambiaron miradas. Ninguno se atrevía a interrumpir.

—Esta isla fue parte de un proyecto paralelo al de InGen, una estación biogenética secreta que jamás fue registrada oficialmente. Mientras los ojos del mundo estaban puestos en Isla Nublar y Sorna, aquí, en la Isla Punto Cero… se experimentaba con algo mucho más peligroso.

—¿Peligroso cómo? —preguntó Tomás, con un nudo en la garganta.

—No buscaban recrear especies… sino mejorarlas —respondió Rivas—. Crear híbridos con capacidades aumentadas, con comportamientos adaptativos, sentidos agudizados, agresividad dirigida y, en casos específicos… una inteligencia casi estratégica.

El silencio volvió a llenar la sala. Rivas caminó hacia una vitrina y sacó un cilindro de cristal, en cuyo interior había un hueso diminuto flotando en líquido azul. Lo sostuvo a contraluz.

—¿Ven esto? Es un fragmento del primer embrión del experimento que llamaron "Proyecto Dreadaptor".

—¿Ese es el nombre del híbrido? —murmuró Maya.

—Su nombre completo es Dreadaptor rex. "Dread" por terror. "Raptor" por su principal componente genético. Y "rex"… bueno, no por el Tyrannosaurus, sino por el concepto de realeza. Fue creado para ser el depredador supremo de este ecosistema controlado.

—¿Qué especie es exactamente? —preguntó Leo, visiblemente afectado.

—Una combinación de Velociraptor por su inteligencia, Troodon por su visión nocturna y precisión al atacar, Carnotaurus por la fuerza de impacto y los cuernos que ahora le ves en la cabeza… y otras cadenas genéticas que jamás debieron cruzarse: fragmentos de Therizinosaurus por la resistencia muscular, genes de serpientes para detectar feromonas, y hasta compuestos bioeléctricos de ciertos peces tropicales.

Los chicos se quedaron sin palabras.

—¿Y por qué lo soltaron? —preguntó Tomás, cruzando los brazos—. ¿Por qué está suelto si sabían lo que habían hecho?

—No lo soltaron —respondió Elias, clavando la mirada en el suelo—. Escapó.

Las palabras quedaron flotando como un disparo.

—Una noche, el sistema de seguridad colapsó —continuó—. Nadie sabe si fue sabotaje o un error técnico, pero las puertas de contención se abrieron. El Dreadaptor desapareció. Lo buscaron por días. Se creía que había muerto… hasta que empezamos a encontrar cuerpos. Luego vinieron las fugas en cadena, y finalmente la isla entera colapsó. Se evacuó a todo el personal.

—¿Y tú? —preguntó Kiara—. ¿Por qué te quedaste?

Rivas los miró con una sombra de pesar.

—Porque alguien tenía que estudiar lo que había creado… y tratar de impedir que saliera de aquí.

Leo se puso de pie.

—¿Y sobreviviste todos estos años… solo?

El doctor asintió.

—Conozco cada metro de esta isla. Conozco sus zonas, sus patrones de migración, las temporadas de celo y los lugares donde ningún depredador se atreve a entrar.

Sacó un viejo mapa doblado, lo extendió sobre la mesa y señaló distintas zonas marcadas en diferentes colores.

—Aquí —marcó en rojo oscuro—, es la Zona Roja. Es territorio del Tyrannosaurus rex. Yo lo llamé Daemon, por cómo apareció tras la caída de los sistemas. Es uno de los pocos depredadores que el híbrido evita. No por miedo, sino por estrategia. Prefiere eliminar a los más débiles.

—¿El T. rex podría ayudar? —preguntó Darío.

Rivas negó lentamente.

—No. Daemon no es un aliado. Es territorial y no discrimina entre enemigos. Pero su presencia mantiene a raya a depredadores menores… y eso puede jugar a nuestro favor si sabemos usarlo.

—¿Y las otras zonas? —preguntó Maya, mirando el mapa.

—La Zona Pantanosa, al noreste, es dominio del Spinosaurus y otros semiacuáticos. No deben acercarse. Al oeste están las praderas centrales, donde hay grandes herbívoros, pero también patrullan carnívoros como el Allosaurus y el Carnotaurus. Hay una zona rocosa que es territorio del Giganotosaurus… y varios sectores aislados que podrían servir como puntos de escape o refugio temporal.

—¿Y el híbrido? —preguntó Tomás en voz baja.

El doctor levantó la mirada, severo.

—El Dreadaptor ya sabe que ustedes están aquí. Los ha olfateado, ha seguido su rastro, y ahora los estudia. Él no ataca por hambre, sino por… cacería. Por juego. Aprende, se adapta, y esperará el momento perfecto.

El silencio volvió.

Kiara se acercó al mapa.

—¿Hay alguna zona segura?

Rivas suspiró.

—Solo este refugio subterráneo. Y quizás una estación de monitoreo en la cima norte. Pero para llegar allá deberán cruzar la zona de anidamiento de los raptores.

Leo frunció el ceño.

—¿Y qué haremos?

El doctor los miró a todos.

—Sobrevivir. Pero no solo eso… si encontramos una forma de contactar con el exterior desde la estación de monitoreo, podrían tener una oportunidad de salir.

—¿Y tú? —preguntó Maya.

Rivas sonrió con cansancio.

—Yo ya hice mi elección hace años. Pero ustedes aún tienen futuro.

Un zumbido recorrió el pasillo. Todos se callaron. No era eléctrico. Era un sonido de respiración lenta… profunda… algo estaba cerca, en la superficie.

—¡A las literas! —ordenó el doctor en voz baja—. No hagan ruido. Si detecta vibraciones… podría comenzar a excavar.

Los adolescentes se metieron bajo las camas de acero, conteniendo el aliento.

Sobre ellos, el depredador más letal de la isla comenzaba su ronda nocturna.


Tip: You can use left, right, A and D keyboard keys to browse between chapters.