El Rescate De Las Sombras

El silencio cayó sobre el campo de batalla. La energía oscura que antes envolvía el Reino de las Sombras comenzó a disiparse lentamente, pero el precio de la victoria había sido alto. Liam yacía en el suelo, su cuerpo agotado, su respiración apenas perceptible. Sus fuerzas lo habían abandonado tras liberar la última explosión de luz contra el líder de las Sombras.

Mina cayó de rodillas a su lado, con los ojos empañados por el miedo. Aria, gravemente herido, se arrastró hasta ellos mientras Elandor miraba el horizonte, donde las sombras restantes se desvanecían en la nada.

—Liam, despierta —susurró Mina, sacudiéndolo suavemente.

Pero él no respondía.

Entonces, *Lúminis* empezó a brillar. Un palpitar tenue recorrió la espada de cristal morado, como si tuviera vida propia. Su luz se expandió en pulsaciones suaves, envolviendo el cuerpo de Liam en un resplandor cálido. La energía recorrió cada fibra de su ser, sanando sus heridas y devolviéndole la fuerza que había perdido. Su respiración se hizo más profunda, su piel recuperó color y sus ojos se abrieron de golpe, reflejando la luz de la espada.

—¿Qué…? —Liam susurró con voz ronca, sintiendo una calidez recorrer su cuerpo. Se incorporó con dificultad y observó *Lúminis* en sus manos.

Pero algo estaba mal.

El cristal morado que antes resplandecía con intensidad ahora se veía opaco, sin brillo. La espada había agotado su propia esencia para salvarlo. *Lúminis* se había sacrificado por él.

Liam sintió un nudo en la garganta. *Lúminis* no era solo un arma, había sido su compañera en la batalla, la fuente de su fuerza, un legado de luz en medio de la oscuridad. Ahora, solo quedaba una sombra de lo que alguna vez fue.

—La espada… —susurró Mina, tocando el cristal con delicadeza. No hubo respuesta, ningún destello. Solo un silencio pesado.

Aria colocó una mano en el hombro de Liam. —Nos trajo hasta aquí, y nos dio la oportunidad de seguir adelante. No la desperdicies.

Liam asintió con un peso en el pecho. *Lúminis* había cumplido su propósito. Ahora, el destino de Ethan y el futuro de su mundo dependían de lo que hicieran a continuación.

Respiró hondo y se puso de pie. Frente a ellos, el campo de batalla se extendía, cubierto de restos de sombras disipándose en la brisa. El líder de las Sombras había caído, pero la lucha aún no había terminado. Todavía debían liberar a Ethan y asegurarse de que la oscuridad no volviera a surgir.

Los ecos de la batalla aún resonaban en la tierra. Cada roca, cada grieta en el suelo parecía susurrar historias de la lucha que había tenido lugar. Mina ayudó a Aria a incorporarse, sus manos temblorosas por el cansancio y la tensión. Elandor, silencioso como siempre, inspeccionó los alrededores con una expresión grave.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Mina, su voz apenas un susurro.

Liam miró a su alrededor, su corazón latiendo con fuerza. Su mirada se posó en una enorme puerta de obsidiana al final del campo de batalla. La oscuridad que antes la protegía se había disipado, dejando al descubierto una entrada imponente y amenazante.

—Ethan está ahí dentro —dijo Liam con determinación.

Se acercó a la puerta, cada paso pesado pero firme. Sentía el peso de la espada en su mano, aunque ya no brillara con la misma intensidad. La colocó sobre la superficie de la puerta y, por un instante, creyó ver un destello en el cristal apagado. Tal vez *Lúminis* aún tenía algo que dar.

Aria se apoyó en su arco, respirando con dificultad. —No sabemos qué nos espera al otro lado.

—Lo sabemos —corrigió Liam, girándose hacia sus amigos—. Nos espera Ethan. Y vamos a salvarlo.

El viento sopló, arrastrando consigo las cenizas de la batalla. Los cuatro se miraron y asintieron al unísono. Habían llegado demasiado lejos para rendirse ahora.

Liam colocó ambas manos sobre la puerta y empujó con toda su fuerza. Un crujido resonó en el aire mientras la obsidiana se abría lentamente, revelando la última prueba que los esperaba.

El final estaba cerca.