Drama Total un Cody nuevo

Chapter 53: Capitulo 51 – Dia de Descanso 6



Capitulo 51 – Dia de Descanso 6

Cody despertó en la penumbra, con el techo de la cabaña aún sumido en sombras. El único sonido que rompía el silencio era el ronquido cavernoso de Owen, como si un oso hibernara a su lado. Sin hacer ruido, se incorporó, se vistió con movimientos automáticos y salió de la cabaña.

El aire fresco de la madrugada lo recibió con un escalofrío leve, pero reconfortante. Comenzó a trotar hacia la zona de entrenamiento, dejando que sus pasos marcaran el ritmo de sus pensamientos.

La situación lo había tomado por sorpresa. Todo se sentía irreal, como si estuviera viviendo dentro de un sueño que no terminaba de entender. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿En qué momento la vida le dio este giro?

Ahora era novio de Gwen.

La Gwen.

La chica que había idealizado desde que tenía uso de razón. La gótica misteriosa, inteligente, con ese aire de sarcasmo que lo hacía temblar y reír al mismo tiempo. Y sí, también estaba el detalle físico que no podía ignorar: una gótica culona en toda regla. Cody lo pensó sin culpa, con esa mezcla de asombro y orgullo que solo un adolescente enamorado puede sentir.

Pero más allá del cliché, lo que lo sacudía era la profundidad del vínculo. Gwen lo había elegido. No por accidente, no por falta de opciones. Lo había mirado, lo había escuchado, y había decidido que él valía la pena.

Y eso... eso lo cambiaba todo.

Mientras trotaba, Cody dejaba que sus pensamientos se desordenaran como hojas en el viento. Las chicas... todas unas bellezas. Cada una con algo único, algo que lo había tocado de forma distinta. Lindsay con su ternura desarmante, Courtney con su fuego implacable, Bridgette con esa calma que parecía venir del mar, Heather con su inteligencia afilada, Izzy con su caos encantador.

Con cada una había vivido algo hermoso. Momentos que no se borraban, besos que aún sentía en la piel, palabras que se le habían quedado grabadas como tatuajes invisibles.

Hoy, más que nunca, se sentía afortunado. Pero también confundido.

No podía negar que sentía que le fallaba a Issei, a Roshi, y a todos los maestros del harem que alguna vez lo inspiraron. ¿Qué dirían si lo vieran ahora, renunciando a la ruta del multiamor por una sola chica?

Pero Gwen no era "una chica". Era la chica. Y engañarla... no iba con su código. No después de todo lo que habían compartido. No después de cómo lo miraba, como si él fuera más que un chico con suerte.

El problema era que no sabía qué hacer. No quería lastimar a ninguna. No tenía experiencia en estas cosas. Ni siquiera los recuerdos de Max Steel le servían de guía. Ese tipo peleaba con alienígenas, no con dilemas emocionales.

Suspiró.

Finalmente, llegó a su lugar de entrenamiento. Un claro entre los árboles, con el suelo firme y el aire limpio. Aquí podía pensar, moverse, liberar la tensión que lo carcomía por dentro.

Se detuvo, estiró los brazos, y se preparó para comenzar.

Cody se plantó frente a una roca del tamaño de un refrigerador viejo. La miró con respeto, como si fuera un maestro silencioso. Luego, sin más, comenzó a golpearla con los puños envueltos en vendas improvisadas.

"¡Vamos, Garp style!" gritó Cody, mientras lanzaba puñetazos como si estuviera entrenando para destruir barcos con los nudillos.

Cada golpe le sacaba una mueca de dolor, pero también una sonrisa. El dolor era parte del proceso. Parte del código. Parte de la locura.

Después, se colocó bajo una pendiente rocosa y esperó. Había colocado pequeñas piedras en equilibrio precario arriba, y ahora las dejaba caer una por una. Su misión: atraparlas al vuelo.

"¡Hippo Makanouchi, no me falles ahora!" exclamó Cody, mientras sus manos se movían como aspas de ventilador.

Falló las primeras cinco. Luego atrapó una. Luego dos. Luego se llevó una piedra directo al ojo.

"¡Agh! ¡Eso fue trampa! ¡Esa tenía rencor acumulado!"

Sin detenerse, se lanzó a la siguiente fase: saltar entre árboles. No por necesidad, sino por reflejos. Por equilibrio. Por estilo.

"¡Tarzán, préstame tu Wi-Fi! " gritó Cody mientras se impulsaba de rama en rama, con movimientos que eran mitad ágiles, mitad desesperados.

En un momento, casi cae. Se aferró a una rama con una sola mano, colgando como si fuera parte de un musical de acción.

"¡Esto es por Gwen! ¡Y por mi dignidad masculina en peligro constante!"

Siguió con otros ejercicios: flexiones con troncos encima, abdominales mientras recitaba frases motivacionales de películas, y una sesión de gritos al cielo que no tenían propósito físico, pero sí emocional.

Su cuerpo estaba al límite. Sudaba como si estuviera en una sauna emocional. Pero su mente... su mente se aclaraba.

Cada golpe, cada salto, cada piedra atrapada era una forma de ordenar el caos interno.

Y aunque no tenía respuestas aún, sí tenía algo claro: no iba a rendirse. Ni con Gwen. Ni con las demás. Ni consigo mismo.

Cody se detuvo un momento, con las manos en las rodillas, respirando hondo. El sudor le caía por la frente, mezclándose con la tierra en su rostro. Ya no había espacio para distracciones. Solo él, su cuerpo, y la necesidad de entenderse.

Se colocó en posición de combate frente a la roca. Esta vez no era por espectáculo. Era por disciplina.

Golpeó con precisión. Uno, dos, tres. Pausa. Cambio de postura. Golpe descendente. Giro. Puño recto.

Cada movimiento era medido. Cada impacto resonaba en sus huesos.

"No se trata de fuerza. Se trata de intención", murmuró Cody para sí mismo.

Se alejó de la roca y se dirigió a una zona con troncos alineados. Comenzó a hacer flexiones, con los pies elevados sobre uno de ellos. El cuerpo recto, la respiración controlada.

"No quiero seguir improvisando. Necesito claridad. Necesito estructura", dijo Cody entre jadeos.

Pasó a una rutina de equilibrio. Caminó sobre un tronco estrecho, con los brazos extendidos. El bosque estaba en silencio, como si respetara su momento.

"Nunca aprendí esto. Nadie me enseñó a manejar lo que siento. Solo sé que no quiero hacer daño. Ni perderme en el intento", dijo Cody con voz baja.

Saltó del tronco, cayó en cuclillas, y se lanzó a una serie de abdominales. Cada contracción era una forma de expulsar la culpa, la confusión, el miedo.

"Esto es mío. Este momento. Esta decisión. No puedo seguir esperando que alguien más me diga quién soy", dijo Cody, mirando al cielo entre repeticiones.

Finalmente, se puso de pie. Su cuerpo temblaba, pero su mirada estaba firme. Caminó hacia el lago cercano, sin prisa, como si el agua lo estuviera esperando.

Cody dio por terminado su entrenamiento. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente comenzaba a encontrar algo parecido a la calma. Decidió ir a nadar.

Caminó hasta aquel río donde, tiempo atrás, se había encontrado con Izzy. El lugar seguía igual: tranquilo, rodeado de árboles, con el agua fluyendo como si no le importara el drama humano.

Se quitó la ropa hasta quedar en bóxers. Sin pensarlo demasiado, se lanzó al agua. El impacto fue frío, pero revitalizante. Nadó un rato, dejando que el movimiento relajara sus músculos y que el silencio hiciera lo suyo.

Entonces lo escuchó.

Un sonido distinto. Algo más había entrado al agua.

No se alarmó. Lo reconoció al instante. Por el olor, por la forma en que se movía, por cómo lo abrazaron por la espalda sin previo aviso.

Izzy.

"¿Qué haces aquí tan solo?", gritó Izzy, con esa voz que siempre parecía estar al borde de una carcajada o una explosión.

Cody no respondió de inmediato. Cerró los ojos un momento, sintiendo el abrazo, el agua, el peso de todo lo que no había dicho.

"¿De nuevo entrenando?", preguntó Izzy, esta vez más cerca, con la cabeza apoyada en su hombro.

Cody abrió los ojos y miró al cielo. No había respuestas fáciles. Pero tampoco podía seguir evadiendo.

Izzy no perdió tiempo. Apenas Cody se metió al agua, ella se acercó como si fuera parte del paisaje, flotando con naturalidad y descaro. Sus ojos recorrieron su torso con una mezcla de sorpresa y aprobación.

"Wow... ¿y este cuerpo?", dijo Izzy, con una sonrisa ladeada. "Desde que llegaste ya tenías buen material, pero ahora sí parece que te esculpieron con dedicación. ¿Qué hiciste, te bañaste en proteína?"

Cody se rió, incómodo, y la detuvo con suavidad cuando sus manos empezaron a explorar más de la cuenta.

"Ya, Izzy. No soy una muestra de gimnasio. Relájate", dijo Cody, con una sonrisa nerviosa.

Izzy se alejó un poco, pero no perdió el brillo en los ojos. Se acomodó flotando frente a él, como si estuviera en una entrevista informal.

"Vi lo de ayer", soltó, como si fuera un dato irrelevante. "Tú y Gwen. En la cabaña. Besitos, miradas intensas, confesiones. Muy de novela."

Cody se quedó en silencio. No sabía cómo responder. No esperaba que Izzy lo hubiera visto, mucho menos que lo mencionara con tanta ligereza.

"¿Cómo... cómo sabes eso?", preguntó Cody, aún procesando.

Izzy se encogió de hombros, salpicando agua sin querer.

"Soy buena leyendo labios. Y buena en escabullirme. Y buena en detectar tensión romántica a kilómetros", dijo Izzy, con una sonrisa amplia.

Cody la miró, aún desconcertado. Pero lo que más lo sorprendió fue lo que vino después.

"¡Felicidades por tu noviazgo!", dijo Izzy, levantando los brazos como si celebrara un gol. "¡La gótica te eligió! ¡El sueño de todo nerd con buen gusto!"

Cody soltó una carcajada, más por sorpresa que por diversión.

"No esperaba eso de ti", dijo Cody, frotándose la nuca.

Izzy nadó en círculos, como si estuviera calentando para una carrera que no iba a suceder.

"¿Qué esperabas? ¿Que me pusiera celosa? ¿Que te lanzara una piedra emocional? Por favor. Gwen es... interesante. Pero tú sabes que cuando se trata de tácticas, armas, y supervivencia, solo hay una experta en este campamento."

Cody levantó una ceja.

"¿Estás diciendo que Gwen no sabe de eso?"

Izzy se acercó, bajando la voz como si compartiera un secreto.

"Estoy diciendo que Gwen puede hablar de libros y miradas profundas. Yo puedo enseñarte cómo desarmar una trampa con un clip y cómo sobrevivir tres días con una cuerda y una barra de granola. Tú decides qué te emociona más."

Cody se sobó la cabeza, como si intentara acomodar pensamientos que no encajaban.

"Es raro hacer esto. Hablar así. Fuera del círculo", dijo Cody.

Izzy lo miró con una expresión que no usaba a menudo: calma.

"¿Y si tú y yo nunca tuvimos un círculo? ¿Y si lo nuestro siempre fue una línea recta que nadie quiso ver?", dijo Izzy, acercándose lentamente.

Lo abrazó de nuevo, esta vez con más suavidad. Sus ojos se clavaron en los de Cody, y por primera vez, él no supo si debía mirar o cerrar los ojos.

"Yo siento cosas, Cody. Cosas raras. Cosas que no sé cómo explicar. Pero cuando estoy contigo, no me importa no entenderlas", dijo Izzy.

Cody intentó responder, pero se perdió. No en las palabras. En la vista.

El cuerpo de Izzy, mojado, iluminado por los rayos que se colaban entre los árboles, parecía sacado de una pintura rebelde. No era solo belleza. Era energía. Era caos. Era vida.

Y él, por un momento, se sintió parte de eso.

Izzy lo tocó en el pecho, justo donde latía con fuerza.

"No quiero que me elijas por lástima. Ni por costumbre. Pero tampoco quiero que me ignores por miedo", dijo Izzy.

Cody tragó saliva. El agua ya no lo enfriaba. Lo envolvía.

"No te ignoro", dijo Cody, finalmente.

Izzy sonrió.

"Entonces no huyas. No ahora."

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El silencio entre ellos se volvió más denso, como si el río hubiera decidido guardar respeto por lo que estaba por decirse. Cody se acomodó un poco, alejándose apenas unos centímetros del abrazo de Izzy, pero sin romperlo del todo.

"Necesito que hablemos en serio", dijo Cody, con voz firme.

Izzy lo miró con una ceja levantada, como si no esperara que él tomara el control de la conversación.

"¿Desde cuándo tú das el tono?", preguntó, medio en broma.

"Desde que esto empezó a sentirse más complicado de lo que debería", respondió Cody, sin perder la mirada.

Izzy se quedó callada. Por primera vez, parecía escuchar sin interrumpir.

"Me gustas, Cody. Lo sabes. Lo he dicho antes. Lo he mostrado. Y no me arrepiento", dijo Izzy, con una sinceridad que contrastaba con su usual caos. "Gwen es linda. Me cae bien. Pero mami quiere a su soldado."

Cody bajó la mirada, como si las palabras le pesaran más de lo que esperaba.

"No sé qué decir a eso", murmuró.

Izzy se acercó más, aún abrazándolo, como si el contacto físico fuera su forma de mantenerlo anclado.

"No digas nada. Solo escucha", dijo Izzy. "Imagínalo. Tú y yo. Aventuras. Bases secretas. Lugares extraños. Misiones imposibles. Tú con tu mochila llena de gadgets, yo con mi cuchillo escondido en el zapato. Seríamos imparables."

Cody la miró. Sus ojos eran un universo aparte. Verdes, intensos, llenos de fuego y promesas que no cabían en una vida normal.

"Suena increíble", dijo Cody, casi en un susurro.

"Lo es. Porque tú y yo no somos normales. Nunca lo fuimos", dijo Izzy, con una sonrisa triste.

Cody respiró hondo. El agua ya no lo envolvía. Lo apretaba.

"Pero ahora estoy con Gwen. Y no voy a arruinarlo. No puedo fallarle", dijo Cody, con convicción.

Izzy lo miró detenidamente. No se movió. No se alejó. Solo lo observó, como si intentara memorizar cada línea de su rostro.

"¿Y si no es fallarle? ¿Y si solo es aceptar que hay más de una forma de vivir algo intenso?", preguntó Izzy.

Cody no respondió. Solo la miró. Sus ojos. Su rostro. Su cercanía.

Izzy se inclinó apenas. Sus labios a centímetros. El abrazo aún firme. El mundo detenido.

"Solo dime que no sientes nada. Y me alejo", dijo Izzy, en voz baja.

Cody tragó saliva. No podía mentir. Pero tampoco podía traicionar.

"No puedo decir eso", respondió.

Izzy cerró los ojos por un segundo. Luego los abrió, brillando más que nunca.

"Entonces cállate."

Y se acercó, lista para besarlo.

Izzy no esperó más. Se inclinó y lo besó.

No fue un beso tímido ni robado. Fue directo, intenso, como si quisiera dejarle una marca invisible que no se borraría con el agua del río ni con las decisiones racionales.

Cody, por un momento, se quedó quieto. Sus ojos abiertos, su mente en blanco. El calor del contacto lo envolvió como una explosión silenciosa.

Las manos de Izzy recorrían el cuerpo de Cody, el podía sentir sus dedos bajando mas y ma, hasta sentir como iban por adentro de su boxer, hasta tomar algo.

Pero luego, con suavidad pero firmeza, la apartó con las manos.

"No puedo", dijo Cody, con voz baja pero decidida. "No le voy a fallar a Gwen."

Izzy lo miró. No con enojo. No con tristeza. Con algo más complejo: admiración.

Esa actitud. Esa decisión. Esa lealtad. Todo eso, lejos de alejarla, la atraía más.

"Entonces dile que te cuide bien", dijo Izzy, con una sonrisa ladeada. "Porque mami no se rinde, y eso que senti, Gwen no lo acapárara "

Cody no supo qué responder. Solo la miró mientras ella se alejaba, saliendo del agua con una naturalidad que parecía coreografiada.

El bikini mojado se pegaba a su cuerpo, y mientras caminaba hacia la orilla, Cody no pudo evitar mirar su trasero. No con morbo, sino con una mezcla de asombro y resignación.

Izzy se giró brevemente, como si supiera que él la estaba mirando, y le guiñó un ojo antes de seguir caminando.

Cody se quedó en el agua. Solo. El cielo empezaba a cambiar de color, anunciando el amanecer.

Miró hacia arriba, respirando hondo.

"Fue la primera."

Pensó en Izzy. En su caos. En su intensidad. En cómo, a pesar de todo, había sido la primera en hacerle sentir algo que no sabía que podía sentir.

"¿Y cómo será con las demás?"

La pregunta quedó flotando, sin respuesta. Porque aunque estaba con Gwen, algo en él sabía que Izzy no era solo un capítulo suelto. Era una nota al pie que se negaba a desaparecer.

Y el día apenas comenzaba.

Cody salió del agua con el cuerpo aún tenso por el entrenamiento y la conversación con Izzy. Caminó hacia los baños del campamento, sintiendo cómo el aire fresco de la mañana le pegaba en la piel mojada. Entró sin prisa, se duchó con agua tibia, dejando que el vapor le ayudara a despejar la mente.

No pensó mucho. No podía. Su cabeza era un torbellino de emociones, imágenes, decisiones que aún no sabía cómo tomar.

Se vistió con ropa limpia, se acomodó el cabello frente al espejo, y salió rumbo al comedor.

Al llegar, lo primero que vio fue al Chef, de pie detrás del mostrador, con una taza de café humeante en una mano y una rosquilla glaseada en la otra. Como si supiera que Cody aparecería justo en ese momento.

"Buenos días, soldado del amor", dijo el Chef, con una sonrisa que ya anunciaba burla.

Cody lo saludó con una inclinación leve de cabeza, sin dejar de caminar hacia él.

"¿Ya empezamos?", dijo Cody, tomando la taza con resignación.

El Chef se cruzó de brazos, observándolo como si fuera un experimento culinario.

"Te ves distinto. Más... revuelto. ¿Fue el entrenamiento o el baño de emociones en el río?", preguntó el Chef, con tono burlón.

Cody se sentó en una de las bancas, mordió la rosquilla y suspiró.

"¿No puede uno simplemente desayunar sin que lo psicoanalicen?", dijo Cody, con media sonrisa.

El Chef se rió, profundo, como si disfrutara cada segundo de la incomodidad ajena.

"Cuando uno se mete con varias chicas en un campamento lleno de cámaras, no hay desayuno sin análisis", dijo el Chef, sirviéndose su propio café.

Cody lo miró, sabiendo que venía más.

"¿Y bien? ¿Ya decidiste si vas a ser fiel, valiente o simplemente un idiota con suerte?", preguntó el Chef.

Cody se quedó en silencio unos segundos. Luego bebió un sorbo de café.

"Estoy intentando no ser ninguna de las tres cosas. Solo... alguien que no hace daño", dijo Cody.

El Chef lo miró con una ceja levantada.

"Eso no existe, chico. En el amor, siempre hay daño. La pregunta es: ¿a quién estás dispuesto a herir menos?" dijo el Chef

Cody no respondió. Solo miró su taza, como si el café tuviera las respuestas.

Cody terminó su café y la rosquilla, y sin que nadie lo pidiera, se quedó junto al Chef para ayudar con el desayuno. Se puso el delantal que el Chef le lanzó sin ceremonia, y se ubicó frente a la mesa de preparación.

"Vamos, Casanova. A ver si tus manos sirven para algo más que revolver corazones", dijo el Chef, mientras le pasaba un cuchillo.

Cody sonrió con resignación y empezó a cortar cebolla. El silencio entre cortes lo animó a hablar.

"Chef... puedo decirte algo sin que me insultes?" dijo Cody

"Depende. ¿Es sobre cómo sobrevivir a un triángulo amoroso sin perder un ojo?", respondió el Chef, sin levantar la vista.

Cody soltó una risa breve.

"Es que... cada chica es especial. A su manera. Me hacen sentir cosas distintas. Pero Gwen... Gwen es diferente. No sé cómo explicarlo. No quiero jugar con nadie, ni lastimar a nadie. Especialmente a ella. Pero también... soy un completo idiota." Dijo Cody

El Chef se detuvo, lo miró de reojo, y luego soltó una carcajada.

"¡Finalmente lo admite! ¡Tenemos progreso!", dijo el chef, levantando una espátula como si fuera una medalla.

Cody bajó la mirada, concentrado en los cortes.

"No sé cómo manejar esto. No quiero elegir por presión. Pero mientras tanto, cada gesto, cada palabra... puede doler a alguien." Dijo Cody

El Chef se apoyó en la mesa, con una expresión más seria.

"Ser idiota no es el problema. Todos lo somos. El problema es quedarse ahí. Tú tienes algo que muchos no: conciencia. Y eso ya te pone por encima de la mayoría." Dijo el Chef

Cody lo miró, sorprendido por la sinceridad.

"Gracias... eso ayuda más de lo que crees." Dijo Cody

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El Chef volvió a su tono burlón.

"Además, solo tú puedes sufrir porque demasiadas chicas pelean por ti. Sanji de *One Piece* te odiaría con pasión." Dijp Chef

Cody soltó una carcajada, imaginando al cocinero rubio lanzándole patadas por puro despecho.

"Sí, seguro me vería y gritaría '¡Ese idiota no merece ni una migaja de amor!' mientras llora por Nami." Dijo Cody

Mientras cortaba zanahorias, Cody miró los cuchillos alineados, brillando bajo la luz. Cada uno afilado, preciso. Como las decisiones que debía tomar.

El Chef lo notó.

"Sabes cortar bien. Preciso, sin desperdicio. Eso dice mucho. Eres duro, sí. Pero también inteligente. Lo vas a resolver. Solo no lo hagas solo." Dijo el chef

Cody asintió, sintiendo por primera vez en días que alguien lo entendía sin juzgarlo.

"Gracias, Chef. En serio." Dijo Cody

El Chef le dio una palmada en el hombro.

"Ahora deja de llorar con cebolla y termina los huevos. Que el drama no se sirve frío." Dijo el Chef


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