Warlock Way (idioma original español)

Chapter 4: Capítulo 4 El bosque oscuro



El carruaje se sumió en un profundo silencio. Una atmósfera pesada y desesperanzada envolvía a los niños, cuyos rostros reflejaban miedo y preocupación tras lo que acababan de presenciar.

De repente, el llanto de una niña rompió el silencio.

"Wahh, Blair, no quiero morir", sollozó la pequeña de pelo rubio y pálido, abrazando con fuerza a la niña mayor, de cabello negro como la noche y piel bronceada. Ambas llevaban vestidos blancos adornados con finos bordados.

"Tranquila, Guinevere, todo estará bien. Solo quédate a mi lado; tienes una gran aptitud para la magia, no tienes de qué preocuparte", respondió Blair, abrazándola y consolándola.

"Sniff, sniff... gracias, hermana," dijo Guinevere antes de quedarse dormida.

"Maldita sea esos magos oscuros, sí saben cómo hacer una entrada e infundir miedo", comentó Aiden con una expresión preocupada.

"Sí, esa araña realmente deja una marca", añadió Eric, aún conmocionado por lo que acababa de ver.

Eric nunca había imaginado encontrarse con una criatura como la que acababa de presenciar. La araña era algo salido de una pesadilla. Mientras su mente giraba en torno a las palabras de Aiden y a lo poco que sabía de Blair, una pregunta crucial persistía: ¿cuál era la calificación a la que se refería esa araña? Dedujo que debía ser algo significativo, dado el tono burlón con el que había hablado.

"No es que conozca a un dios en este mundo, y es poco probable que presten atención o ayuden a hormigas como yo", pensó Eric.

"Este mundo, al parecer, no es nada agradable con las personas, incluidos los niños; no es algo que se espere que enfrenten, pero aquí están", pensó Eric, mientras se lamentaba por el destino de los niños y el suyo. Pero ahora no había tiempo para eso; debía conocer qué le aguardaba.

"¿Qué significa esa calificación que mencionaba la araña?" preguntó Eric mientras dirigía su mirada a Blair, ya que por cómo actuaba sabía algo al respecto. "Es la inspección del talento mágico. Los magos la utilizan para medir la capacidad y resonancia del cuerpo con respecto a la magia; esto es lo que me contó mi familia. Cuanto mayor sea tu talento, más lejos podrías llegar en el camino de la magia. Poderes increíbles, desde desastres naturales hasta la eternidad, son posibles, aunque eso último solo es una leyenda", explicó Blair con tono calmado.

"Estás bien informada, al parecer", comentó Aiden a Blair. "Por supuesto. La mayoría de los que viajaron en la caravana hacia la Torre del Alba provienen de familias distinguidas, ya sean caballeros o magos. Harían lo que fuera necesario para asegurar que sus descendientes pudieran ingresar a esa torre, incluso si no tienen talento; al menos forjar conexiones ahí adentro les ayudaría", respondió Blair con confianza, para que luego reinara el silencio.

"Así que solo nos queda esperar para llegar a nuestro destino", dijo Eric, nervioso unos minutos después, ya que no conocía ni recordaba nada de este cuerpo y, ahora que lo pensaba, ni siquiera comprendía por qué entendía el idioma de este mundo, pero al parecer solo estaba ahí como si fuera instintivo.

"Lamentablemente, así es", respondió Blair con un suspiro, interiormente lamentándose de la tragedia que ocurrió ayer.

 

 

 

 

El día anterior

 

 

Aquella noche, una masa oscura de nubes cubría el cielo, como un manto que escondía las estrellas. En el suelo, amplias llanuras se extendían hacia el horizonte, una vista que hubiera sido impresionante de día, cuando la luz del sol iluminaba la hierba dorada y los árboles cercanos se veían como si fueran salidos de un cuadro. Sin embargo, en la oscuridad de la noche, solo se podían distinguir sus siluetas sombrías.

Cerca de un pequeño arroyo, cuyas aguas corrían suavemente sobre las piedras, había un campamento donde unos cuantos carruajes se alineaban. Los caballos estaban atados a las ruedas, y algunos caballeros patrullaban cerca para proteger el campamento de posibles criaturas que pudieran acechar en la oscuridad.

En el campamento había unas cuantas hogueras que iluminaban el camino, con niños y adultos, ya fueran familiares o sirvientes, sentados sobre pieles de oveja y compartiendo historias de viaje o consejos para el futuro. En una hoguera un poco más alejada, estaban Blair y Guinevere comiendo y hablando felizmente, compartiendo un plato de carne asada y verduras cocidas, riendo juntas como si no hubiera peligro alguno en el mundo.

Pasado un rato, Guinevere se durmió cerca del fuego y Blair la cubrió con una manta para que descansara. Ella se quedó disfrutando la noche mientras el fuego crujía y chisporroteaba, y el olor a humo y hierbas silvestres llenaba el aire nocturno.

Lentamente se escucharon pasos, hasta que una voz grave interrumpió la quietud.

"Joven señorita, ya estamos a solo tres días del puerto. De ahora en adelante solo estarán usted y la pequeña dama. Les deseo la mejor de las suertes. Lamento no poder acompañarlas y servir a su lado el resto del viaje", dijo un caballero de avanzada edad, acercándose con una leve reverencia, aunque cordial.

Su armadura mostraba señales de desgaste, no por descuido, sino por los años de servicio que había soportado con orgullo. A pesar del cansancio evidente en su rostro surcado de arrugas, mantenía la espalda recta y el porte elegante. Su cabello, gris plateado, estaba recogido con pulcritud bajo un yelmo que colgaba de su cinturón. Llevaba un abrigo largo sobre los hombros, oscuro y pesado, que ondeaba ligeramente con la brisa nocturna.

Blair se levantó y se acercó al caballero.

"No te preocupes, Osric. Ya has hecho más que suficiente por toda mi familia. Y aunque no es propio de la nobleza decir esto… eres casi como un padre para mí. Te agradezco por cuidar de mi hermana y de mí todos estos años", dijo Blair, mirándolo con una calidez inusual en sus ojos.

"Solamente hacía mi deber, mi señora", respondió Osric mientras se arrodillaba junto a ella.

"Me alegra ver cómo han crecido ustedes dos… pero lamento que este viejo no pueda soportar más años para verlas volver a casa", comentó con voz cansada.

Entonces, Osric se quitó un pequeño collar de su cuello, uno que apenas se distinguía bajo el borde de su abrigo. Era una cadena fina de cuero trenzado, oscurecida por los años, pero aún resistente. En su centro colgaba un medallón ovalado de bronce, simple y sin adornos llamativos, salvo por un grabado desgastado: una flor de lirio apenas visible.

"Pero a pesar de que no esté cerca de ti, eso no quiere decir que no estaré ahí para protegerte", dijo con suavidad, mientras miraba el collar con cierta nostalgia.

"Esto me lo dio mi madre cuando me fui de mi hogar. Ella me dijo que me protegería, y así fue. Este collar me cuidó muchos años… y ahora te cuidará a ti", dijo, colocándolo con cuidado en las manos de Blair.

"Gracias, Osric. Lo atesoraré para siempre", respondió Blair, apretando el medallón con fuerza entre sus manos, mientras las lágrimas le brillaban en los ojos.

El caballero la miró en silencio durante unos segundos, con una mezcla de orgullo y tristeza, mientras la brisa nocturna revolvía suavemente el borde de su abrigo. El fuego comenzaba a extinguirse lentamente, lanzando destellos irregulares sobre sus rostros.

Al notar cómo el aire se volvía más frío y el lejano retumbar de un trueno rompía la calma, Osric se inclinó ligeramente y dijo con su tono sereno habitual:

"Mi señora, ya es hora de que descanse. Permítame llevar a la pequeña dama al carruaje. Esta noche parece que va a llover."

Blair asintió en silencio, acariciando el cabello de su hermana dormida con ternura. Osric la levantó con cuidado, como si sostuviera algo frágil y precioso, y caminó junto a Blair hasta uno de los carruajes cercanos.

El interior era modesto, con cobijas gruesas, dos pequeñas almohadas y un par de linternas mágicas que emitían una luz suave y cálida. Osric acomodó a Guinevere en un rincón y se aseguró de cubrirla bien con una manta.

Blair entró después y se sentó al lado de su hermana, aun sujetando el collar en sus manos. Observó por unos segundos la flor de lirio grabada, apenas visible.

Osric se quedó un momento en la puerta del carruaje, de pie como un guardián eterno.

"Descanse, mi señora. Estaré de guardia hasta el amanecer", dijo con firmeza.

Blair le dedicó una última mirada y una sonrisa débil.

"Gracias, Osric. Que descanses también… aunque sé que no lo harás."

El caballero asintió con una leve curva en los labios y cerró suavemente la puerta del carruaje.

La lluvia no tardó en comenzar, fina al principio, como un susurro en el techo de madera. Blair se recostó al lado de Guinevere, abrazándola con un brazo. Acariciando su cabello, cerró los ojos poco a poco, hasta que el murmullo de la lluvia y el calor del collar en sus manos la arrullaron hacia un sueño tranquilo.

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