Takuya yagami en The Beginning After the End

Chapter 9: Los momentos de paz terminará?



El ambiente en la subasta era sombrío, lleno de tensión y un aire de clandestinidad que impregnaba todo. A pesar de las luces elegantes y la música tenue de fondo, el lugar exudaba un aura de desesperación y frialdad. Las risas contenidas y los murmullos de los nobles con sus máscaras decoradas no lograban disimular la realidad de lo que allí ocurría. 

Cyan se encontró en la segunda fila del salón, acompañado por su maestro. Ambos lucían máscaras negras que ocultaban sus rostros, y la capa que llevaban distorsionaba su imagen, asegurando que nadie pudiera identificarlos fácilmente. Desde su posición, Cyan observaba cada artículo presentado con una mirada calculadora, mientras en su mente hacía anotaciones rápidas sobre los objetos que más le interesaban. 

Uno de los primeros productos en llamar su atención fue una espada. La hoja, negra como la noche, parecía absorber la luz que la rodeaba. El subastador describió sus características: 

—Esta es una espada única, señoras y señores. Diseñada para absorber el maná de su portador y reforzar su estructura con cada uso. Una herramienta peligrosa para magos, pero invaluable para quienes puedan dominarla. 

El precio inicial era bajo, solo 50 monedas de oro, lo que indicaba que no había muchos interesados. La mayoría de los presentes la veía como un arma desventajosa, pero Cyan sabía que era perfecta para alguien como él, cuyo maná excedía los límites comunes. Sin mucho esfuerzo, ganó la subasta con una puja de 100 monedas de oro. 

—Una compra interesante —comentó su maestro en voz baja, aunque en sus ojos se veía la duda—. No muchos apostarían por un arma así. 

Cyan no respondió, solo sonriendo detrás de su máscara. Sabía exactamente lo que hacía. 

Cuando los artículos comenzaron a incluir esclavos, el ambiente se tornó más pesado. Las miradas de los nobles brillaban con codicia, como depredadores buscando a su presa. Cyan mantuvo su compostura, observando con indiferencia mientras personas de todas las razas y edades eran llevadas al escenario. 

Finalmente, apareció ella. Una niña que no parecía tener más de su edad. Su cabello estaba dividido en dos colores: plateado en un lado y negro en el otro. Sus ojos reflejaban la misma dualidad, uno claro y el otro oscuro, pero su mirada estaba vacía, como si hubiera renunciado a cualquier esperanza. Llevaba un vestido sencillo que apenas cubría las marcas de grilletes en sus muñecas y cuello. 

—Nuestra próxima presentación —anunció el subastador—: una maga elfa mitad humana con núcleo rojo oscuro, un potencial que puede desarrollarse. ¡Una rareza entre los esclavos! Su precio inicial será de 800 monedas de oro. 

Cyan sintió que el salón se llenaba de energía. La puja comenzó rápidamente, con ofertas que subían en incrementos de cientos de monedas. Cyan se mantuvo en silencio, observando. No era el momento de intervenir todavía. 

La puja alcanzó los 250.000, luego 400.000. Los murmullos crecieron a medida que algunos participantes se retiraban, considerando el precio demasiado alto para una apuesta incierta. Sin embargo, Cyan no estaba dispuesto a dejarla ir. 

—500.000 —dijo, su voz distorsionada por la capa. 

El salón quedó en silencio por un momento antes de que otro noble aumentara la puja a 600.000. Cyan mantuvo la calma, aunque su maestro lo miraba con incredulidad. 

— ¿Estás seguro de esto? —susurró el maestro, pero Cyan no respondió. 

—800.000 monedas —dijo Cyan finalmente, rompiendo el silencio de la sala. 

"Si alguien más la compra, probablemente la explotarán o destruirán antes de que alcance su potencial" , pensó. Era una inversión arriesgada, pero una que podría beneficiarse enormemente en el futuro.

El salón quedó en completo silencio. Nadie más estaba dispuesto a competir. El subastador golpeó el martillo, declarando a Cyan como el ganador.

Cuando la niña fue llevada hacia él, sus ojos permanecían bajos, y su cuerpo parecía frágil bajo el peso de las cadenas. Cyan se levantó de su asiento, envainó la espada recién adquirida y caminó hacia ella.

Con un movimiento rápido, usamos la espada para cortar las cadenas que la aprisionaban. La hoja absorbió el maná de las cadenas, endureciéndose y brillando momentáneamente.

La niña lo miró con asombro, aunque su rostro seguía siendo inexpresivo. Cyan se inclinó hacia ella, manteniendo su voz calmada.

—Ya no eres una esclava. Ahora eres libre. Pero si decides quedarte conmigo, te prometo que nunca volverás a sufrir. Comerás, aprenderás y serás fuerte. No quiero que sea una herramienta. Quiero que seas alguien que pueda caminar a mi lado.

Por un momento, sus ojos vacíos parecieron brillar con un destello de esperanza.

—¿Qué deseas? —le preguntó Cyan con suavidad.

—Quiero... quiero ser fuerte —murmuró, casi en un susurro.

Cyan asintió y sonrió.

—Entonces, a partir de ahora, serás Claire. Y prometo que nunca volverás a estar sola.

Durante el camino de vuelta, Cyan hizo todo lo posible por hacer que Claire se sintiera cómoda. La primera noche, ella comió con avidez, sin preocuparse por los modales. Cyan tuvo que ser paciente, explicándole poco a poco cómo comportarse.

—No tienes que apresurarte. Hay más comida si quieres. Nadie te la va a quitar.

Claire avanza lentamente, masticando con más calma. Había algo en Cyan que le recordaba a los cuentos de hadas que sus padres le contaban cuando era pequeña: el príncipe con brillante armadura que salvaba a la princesa del monstruo.

La segunda noche, mientras miraba por la ventana del carruaje, Claire comenzó a hablar.

—Mi hermano... intentó protegerme. Pero lo mataron.

Su voz era débil, pero Cyan notó las lágrimas que caían por su rostro. Sin dudarlo, se acercó y la abrazó con cuidado.

—A partir de ahora, estarás bajo mi cuidado. No tienes que llamarme "señor". Puedes llamarme hermano, si quieres.

Claire levantó la mirada, sorprendida.

—¿Hermano...?

-Si. —Cyan sonriendo, aunque su mente era un torbellino de aviones. No solo quería salvarla, también tenía un propósito claro para ella. Pero eso podía esperar.

Durante una parada, Claire comió vorazmente, devorando la comida como si no hubiera comido en días. Cyan, aunque paciente, tuvo que enseñarle algunos modos básicos.

—No tienes que apresurarte. Hay suficiente para ti. —Su tono era amable, pero firme.

Claire bajó la cabeza, avergonzada.

—Lo siento...

Cyan sonoramente y le dio unas palmaditas en la cabeza. 

—No te preocupes. Aprende a tu propio ritmo.

Cuando llegaron a la casa Trident, Claire se mostró nerviosa al ver la imponente construcción. Cyan le explicó que sería entrenada por él mismo y que la jefa de sirvientas, una mujer estricta pero justa, le enseñaría sobre modales y tareas.

Más tarde, Cyan se reunió con su padre, quien lo feliz por sus decisiones y le informó que el mago Sebastián, un reconocido núcleo naranja claro, sería su maestro por petición del rey.

Esa noche, Claire, aún nerviosa, se acercó a Cyan.

—Puedo... dormir aquí? —preguntó en voz baja—. Los verdaderos me dan miedo.

Cyan, agotado, aumentando sin pensarlo mucho. Mientras ambos se quedaban dormidos, Cyan la abrazó instintivamente, brindándole una calidez que ella no había sentido en mucho tiempo. Para Claire, Cyan era su salvador, su príncipe de los cuentos.

Para Cyan, ella era un nuevo peón en su tablero, pero también un recordatorio de lo que alguna vez fue.

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