Chapter 6: Un momento de paz.
El salón estaba silencioso. Cyan miró el suelo de madera con la mente en otra parte, repasando los movimientos del combate reciente con Reynolds Leywin y las implicaciones de la conversación que tuvo con Vicente Helstea. Aunque había ganado el duelo, el peso de las expectativas que lo rodeaban comenzaba a hacerse más presente.
Un golpeteo en la puerta rompió su concentración. Antes de que pudiera responder, Lilia entró de un salto, con una sonrisa radiante.
—¡Cyan, ven conmigo! Vamos a la ciudad.
Cyan alzó una ceja.
—¿Ahora?
—¡Claro que sí! No puedes pasarte todo el día encerrado aquí. —Lilia cruzó los brazos, finciendo estar molesta—. ¿O es que no te atreves a salir?
Cian suspiró.
—No es eso. Solo...
—No hay excusas —lo interrumpió, sujetándolo del brazo. Su energía era contagiosa—. Vamos, hay algo que quiero mostrarte.
Antes de que pudiera protestar, ya lo estaba arrastrando hacia la salida.
La ciudad estaba llena de vida. Los comerciantes gritaban ofreciendo sus productos, los niños corrían por las calles y el aroma de comida recién preparada flotaba en el aire. Lilia llevaba a Cyan de la mano, moviéndose entre la multitud con facilidad.
—Es un poco ruidoso, ¿no crees? —comentó Cyan, intentando ocultar su incomodidad.
—¿Ruidoso? —repitió Lilia, dándole una mirada curiosa—. Yo lo llamaría... animado.
Cyan no respondió de inmediato. Sus ojos vagaron hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a descender. El cielo se teñía de tonos dorados y naranjas, mezclándose con pinceladas de púrpura y azul.
—Mira eso. —Lilia señaló el cielo—. ¿No es hermoso?
Cyan asintió lentamente.
—Es...tranquilo.
Lilia lo miró de reojo.
—Tienes una forma muy peculiar de describir las cosas. ¿Siempre eres así de serio?
Él no pudo evitar una pequeña sonrisa.
—Supongo que sí.
—Bueno, eso tiene que cambiar. —Lilia soltó una risa ligera—. No puedes vivir toda tu vida tan seria.
Cyan la miró, notando cómo su cabello brillaba bajo la luz del atardecer. Por un momento, la energía de Lilia pareció suavizarse algo dentro de él.
—Quizás tengas razón —murmuró.
A medida que caminaban, Cyan se permitió observar todo a su alrededor. Los rostros de las personas, la forma en que la luz dorada iluminaba los edificios, el murmullo constante de la ciudad... Era tan diferente de lo que recordaba de su vida pasada.
En aquel entonces, no había tiempo para admirar paisajes o disfrutar de momentos como este. Todo era un ciclo constante de lucha y ambición. Ahora, sin embargo, había algo reconfortante en la simplicidad de esta escena.
—Cyan, ¿estás bien? —preguntó Lilia, rompiendo su trance.
Él parpadeó, dándose cuenta de que había estado demasiado callado.
—Sí, sólo estaba pensando.
—¿En qué?
—En lo... diferente que es todo aquí.
Lilia lo miró con curiosidad, pero decidió no insistir.
Lilia lo llevó a un pequeño puesto de dulces, insistiendo en que probara una de las golosinas locales. Cyan tomó un pequeño caramelo, examinándolo antes de probarlo.
—¿Qué tal? —preguntó Lilia, con una sonrisa esperanzada.
Cian frunció el ceño.
—Está bien.
Lilia lo miró con incredulidad.
—¡Solo bueno! Eres imposible.
Por primera vez en mucho tiempo, Cyan se rió de verdad. Una risa ligera, pero sincera.
—Supongo que es... mejor de lo que esperaba.
Lilia sonrió triunfante.
—Eso es lo más parecido a un cumplido que he escuchado de ti.
Cuando regresaban a la mansión Helstea, el cielo ya estaba oscureciendo. Los últimos rayos de sol se reflejaban en las ventanas de las casas, mientras las sombras se alargaban por las calles.
—Cian, mira. —Lilia se detuvo y señaló el cielo—. La puesta de sol está terminando.
Él levantó la vista, observando cómo los colores cálidos se desvanecían en la penumbra.
—Es curioso —dijo, después de un momento—. En mi vida, nunca me detuve a mirar algo como esto. Siempre estaba ocupada, persiguiendo algo... pero nunca supe qué.
Lilia lo miró, sorprendida por la melancolía en su voz.
—Bueno, ahora tienes tiempo para mirar.
Cyan la miró y, por primera vez, sintió una pequeña chispa de esperanza.
—Supongo que sí.
Lilia le excita, cálida y amable.
—Ves? No es tan malo tomarse un descanso de vez en cuando.
Cyan le devolvió la sonrisa, una que no estaba cargada de obligaciones ni expectativas, sino de genuina gratitud.
—No, no lo es.
Cyan y Lilia caminando juntos hacia la mansión, las luces del pueblo encendiéndose a su alrededor. Aunque Cyan aún cargaba con las sombras de su pasado, ese día había encontrado algo que no sabía que necesitaba: un momento de paz en su vida la paz no es mala después de todo.
Esa misma noche, Cyan seguía en la mansión Helstea. Las luces iluminaban el gran comedor principal, pero, en lugar de quedarse en el elegante salón reservado para la familia noble, Lilia insistió en llevar al comedor de los empleados.
—Aquí cenan todos? —preguntó Cyan, observando el espacio más acogedor, sin lujos, pero lleno de vida.
-¡Si! Es mucho mejor. La comida tiene otro sabor —respondió Lilia, tirando suavemente de su brazo—. Además, todos son amables aquí.
Los sirvientes, sorprendidos de ver a Lilia con un noble invitado, se inclinaron al paso de Cyan. Sin embargo, Lilia rompió la tensión con su sonrisa brillante.
—No sean tan formales. Cyan no muerde, ¿verdad?
—No suelo hacerlo —respondió Cyan, ligeramente divertido, sacando una risa de algunos sirvientes.
Sentados en una larga mesa junto con cocineros, limpiadores y guardias de la casa, Cyan observaba cómo llegaban las bandejas de comida casera. No era el típico banquete pulido de los nobles, sino guisos, pan crujiente y una sopa que olía increíble.
—¡Cyan, prueba esto! —Lilia le extendiendo un plato con entusiasmo.
—No tienes que servirme, puedo hacerlo solo —respondió él, levantando una ceja.
—¡Eres un noble invitado! Es mi deber asegurarme de que comas bien.
Un cocinero cercano se rió.
—Se nota que le agradas, joven Cyan. Nuestra pequeña Lilia es muy selectiva con sus amigos.
Cyan, incómodo con la atención, se centra en probar la comida. El primer bocado lo sorprendió.
—Esto es... realmente bueno.
—Ves? ¡Te lo dije! —respondió Lilia con orgullo.
Mientras cenaban, Cyan escuchaba las conversaciones de los sirvientes. Hablaban de cosas simples: anécdotas del día, chismes entre empleados y quejas sobre las tareas difíciles.
—Así son las noches siempre? —preguntó Cyan en voz baja a Lilia.
-Si. No parece gran cosa, ¿verdad? Pero a mí me gusta. —Lilia lo miró con sinceridad—. Es como si todo el mundo dejara de preocuparse por un rato.
Cyan se quedó pensativo. En su vida anterior, una noche así jamás habría existido. Las risas, las bromas y el aroma de una comida sencilla lo envolvían en una calidez desconocida. Por primera vez en mucho tiempo, dejó caer su corazón.
—Es... agradable —dijo finalmente, casi en un susurro.
Después de la cena, algunos sirvientes se acercaron con curiosidad.
—Joven Cyan, escuchamos que derrotó al capitán Reynolds en un combate. ¿Es cierto? —preguntó un guardia robusto.
—Sí, aunque no fue una pelea justa —respondió Cyan con honestidad.
—¡Vamos, no sea modesto! —exclamó otro—. El capitán siempre presume de su fuerza. ¡Debe haber sido impresionante!
Las bromas siguieron, y por primera vez, Cyan se sintió parte de algo simple y real. No era un noble intocable ni un prodigio observado con recelo, sino un chico compartiendo una noche con personas genuinas.
Mientras tanto, Lilia observaba a Cyan con ojos brillantes, sin darse cuenta de que, poco a poco, algo crecía dentro de ella: una admiración sincera que no podía explicar.
Horas más tarde, Lilia y Cyan se encontraron en la cocina, buscando algo para comer antes de dormir.
— ¿Otra vez con hambre? —se burló Cyan mientras Lilia sacaba pan y queso.
—¡No soy la única! Tú también tienes un plato.
Cyan recibió el pequeño bocadillo, sentándose en la mesa mientras Lilia hablaba.
—Cyan, ¿qué tipo de magia te gusta más?
—Magia ofensiva, supongo —respondió él, masticando lentamente.
—Yo quiero aprender magia de viento y agua. Es bonita y útil.
—No solo es "bonita". Si lo piensas bien, el agua puede congelarse y volverse hielo. El viento... puede ser tan ligero como un susurro, pero también tan fuerte como un grito que rompe todo a su paso.
Lilia lo miró sorprendida.
—¿Se puede hacer eso?
Cian frunció el ceño.
—Si aprendes a ver más allá de los límites, todo puede transformarse.
Lilia sonrió fascinada.
—¿Eso es lo que haces tú?
Cyan se quedó en silencio por un momento.
—Intento hacerlo.
Ella apoyó la cabeza en sus brazos, mirándola fijamente.
—Eres raro, ¿lo sabías? Pero... creo que me caes bien.
Cyan sintió un pequeño calor en el pecho. En su vida pasada, jamás habría entendido lo que significaban esas palabras.
—Tú también eres extraña —respondió él, esbozando una sonrisa ligera.
Lilia se rió suavemente, el sonido llenando la cocina como una pequeña campana.
—¡Entonces estamos empatados!
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La noche avanzaba, y Cyan se dirigió a su habitación. Mientras meditaba, dejando que el maná fluyera por sus núcleos, recordó el sonido de las risas, el aroma de la comida y la forma en que Lilia le había sonreído.
("Nunca valoré momentos como este. Siempre estuve demasiado ocupado, demasiado ciego. Pero... quizás esta vez pueda ver lo que me rodea. Quizás esta vez pueda vivir de verdad.")
La imagen de Lilia apareció en su mente, y por primera vez, Cyan cerró los ojos con una sensación de paz.