En el hobbit como un enano

Chapter 8: Capítulo 8: Los Enanos de Landas de Etten - Parte Cinco



La luna creciente colgaba baja sobre las Landas de Etten, un filo plateado que cortaba el cielo nocturno, bañando las colinas desnudas y los árboles secos en una luz tenue que apenas aliviaba la oscuridad opresiva que envolvía el paisaje como un sudario. Tygran estaba montado en la cabra en el borde de su campamento nómada, su hacha apoyada en el suelo, el filo aún húmedo de la sangre negra de una patrulla trasga que habían destrozado al amanecer, un recordatorio viscoso de la violencia que marcaba sus días. La cabra, su montura inseparable, pateaba la tierra con una pezuña, su cornamenta salpicada de icor verde reluciendo bajo la luna como un trofeo de las batallas que habían forjado su unión letal, sus ojos oscuros brillando con una furia contenida que resonaba con la de Tygran. Alrededor, trescientos cincuenta y dos enanos llenaban el claro con una actividad febril que apenas dejaba espacio para el silencio: 103 guardianes ajustaban sus escudos con manos firmes, sus barbas amarillas oscurecidas por el polvo; 122 lanzadores afilaban hachas con movimientos precisos, sus barbas blancas marcadas por la guerra; y 127 falanges preparaban lanzas con una disciplina implacable, sus vestimentas verdes reluciendo bajo la luz lunar. Eran un ejército nómada invocado por Convocar Aliados Enanos - Nivel 3, una fuerza sin civiles ni artesanos, solo guerreros forjados para la guerra, fortalecidos por el aura pasiva de Liderazgo - Nivel 4. La interfaz brillaba en su mente: Nivel 7, Energía: 14/20, Recuperación: 3/20, y una experiencia de 15600 puntos, con 3600 sobrantes tras alcanzar el nivel 7, a 2400 del nivel 8 que requería 18000.

"Nos persiguen sin tregua," gruñó Tygran, limpiando su hacha con un trapo áspero, el metal resonando mientras eliminaba la sangre negra, su voz grave cortando el aire frío como un filo que anunciaba más muerte. La fortaleza trasgo al sur seguía siendo un coloso inalcanzable, pero las patrullas eran ahora una amenaza constante, emergiendo con una frecuencia que apenas dejaba tiempo para recuperar el aliento entre enfrentamientos, como si la tierra misma vomitara enemigos sin fin. Su ejército había crecido bajo el aura de Liderazgo - Nivel 4, que amplificaba ataque, armadura, recuperación, valor y obtención de experiencia con un rango mayor, y el portaestandarte naranja y citrina había elevado a las unidades al nivel 2, aumentando su fuerza, salud y letalidad en cada golpe. La cabra pateó la tierra, golpeándolo con sus cuernos, y él río, devolviéndole un cabezazo. "Más sangre, ¿eh?" Ella resopló, y Tygran alzó su hacha al cielo. "¡Khazâd ai-mênu!" gritó, su voz resonando en la noche como un trueno que despertaba la tierra.

La niebla llenó el claro, el cuerno retumbó, y 30 guardianes emergieron, rugiendo "¿Quién ha pedido a los guardianes?" con una ferocidad que cortaba el aire. Treinta lanzadores gritaron "¡Sentirán el miedo al ver nuestras barbas!" sus hachas girando como extensiones de su furia, y 30 falanges rugieron "¡La falange traerá el orden!" sus lanzas alzadas como un desafío. Tygran sonrió; su ejército creció a 442 enanos: 133 guardianes, 152 lanzadores, 157 falanges. "Más fuertes cada noche," dijo, mientras se integraban al campamento, sus pasos resonando como un tambor que desafiaba la oscuridad que los rodeaba, un eco que parecía retumbar hasta las colinas lejanas.

El campamento vibraba con una actividad incansable bajo la luz de la luna: los guardianes cortaban madera de los árboles secos, sus hachas resonando contra la corteza con un ritmo constante que llenaba el aire de sonidos secos y cortantes, cada golpe amplificado por el aura de Liderazgo - Nivel 4 que los hacía más rápidos, más precisos. Los lanzadores cazaban presas en las laderas cercanas, sus hachas arrojadizas silbando como flechas vivas antes de clavarse en conejos y jabalíes con una precisión letal que dejaba poco espacio para el error, sus movimientos fluidos bajo la influencia constante del liderazgo de Tygran. Las falanges curtían pieles con manos fuertes, rasgando y cosiendo cuero para mochilas rudimentarias que crujían bajo el peso de la carne seca y las herramientas básicas, su eficiencia elevada por la misma aura que resonaba desde su líder. Tygran, montado en la cabra, supervisaba desde el centro, su armadura resonando con cada paso de su montura, el dúo moviéndose como una sola entidad de fuerza y voluntad, una presencia que infundía respeto y temor en igual medida entre los enanos que trabajaban sin pausa bajo la luz plateada.

Pero antes de que la luna subiera más en el cielo, un chillido agudo resonó desde el este, seguido casi al instante por otro al sur, pasos pesados retumbando la tierra con una frecuencia que no daba tregua, un asalto doble que ya se había convertido en una rutina brutal en las noches de las Landas de Etten. Tygran, firme sobre la cabra, alzó su escudo con un movimiento rápido, el metal resonando al ajustarlo en su brazo, y los enanos se detuvieron al instante, sus armas brillando bajo la luz lunar como un río de acero que cortaba la oscuridad, sus movimientos amplificados por el aura constante de Liderazgo - Nivel 4 que los envolvía como un manto invisible de fuerza y valor. "¡Ifridi yanâd!" gritó, su voz grave resonando como un trueno que hizo temblar la tierra, y los guardianes formaron líneas al frente, sus escudos altos alineándose con una precisión marcial que parecía tallada en piedra, mientras los lanzadores tomaban posiciones en las crestas, sus hachas girando en manos expertas, y las falanges se agrupaban a su lado, sus lanzas listas para el caos que ya se perfilaba en el horizonte.

Dos patrullas trasgas emergieron desde direcciones opuestas, más grandes y constantes que nunca, una marea verde y gris que llenaba la cañada con una furia desatada: 560 guerreros trasgos con cuchillas curvas oxidadas, sus cuerpos huesudos temblando de furia contenida como si la rabia los sostuviera en pie; 560 arqueros trasgos con arcos cortos y flechas de puntas toscas, sus ojos amarillos brillando con una malicia fría que cortaba el aire como un filo invisible; 240 semitrolls lanceros, sus cuerpos grises y grotescos cubiertos de placas unidas con cuerdas desgastadas, blandiendo lanzas pesadas que resonaban al golpear la tierra; 200 jinetes de arañas, sus monturas negras galopando con patas chasqueantes que hacían temblar el suelo como un tambor de guerra, los trasgos montados armados con lanzas y arcos que oscilaban en sus manos flacas con una precisión mortal; y, liderando cada flanco, 2 trolls de las cavernas rugiendo con una furia que hacía estremecer la tierra, sus pieles pétreas brillando bajo la luna, garrotes de troncos en sus manos monstruosas que parecían capaces de aplastar ejércitos enteros. Un total de 1562 enemigos, una fuerza que duplicaba la anterior y atacaba sin pausa, un desafío que parecía diseñado para borrar su campamento nómada de las Landas de Etten con una violencia abrumadora.

"¡Doble y sin fin!" rugió Tygran, su voz cortando el aire como un filo que prometía sangre, el hedor acre de los trasgos y los trolls llenándole la nariz con cada ráfaga de viento helado que barría desde el sur y el este. "¡Ifridi yanâd!" ordenó, señalando una emboscada doble con un movimiento brusco de su hacha que resonó en la noche, su autoridad resonando en cada enano que se movía bajo su mando. Los guardianes se desplegaron tras rocas y árboles secos, sus armaduras rojizas fundiéndose con el terreno bajo la luz lunar, mientras los lanzadores subían a las crestas con pasos rápidos y silenciosos, sus barbas blancas ondeando como estandartes de muerte que anunciaban la matanza. Las falanges se agruparon a su derecha, sus lanzas largas apuntando al cielo, y Tygran, montado en la cabra, se posicionó entre ellos, listo para liderar el ataque contra los trolls de las cavernas que rugían en el centro de cada horda, sus garrotes alzados como amenazas que prometían aplastar todo a su paso.

Cuando las hordas trasgas entraron en la cañada desde ambos flancos, Tygran gritó: "¡Baruk Khazâd!" Los guardianes cargaron desde los lados, sus escudos chocando contra los guerreros trasgos con un estruendo metálico que resonó como un trueno en la noche, un sonido que llenó el aire con el eco del acero contra la carne y el hueso, sus movimientos amplificados por el aura de Liderazgo - Nivel 3 que los hacía más rápidos, más fuertes, más resistentes al caos que los rodeaba. Los lanzadores arrojaron hachas desde las crestas, una lluvia de acero que silbó como un vendaval y derribó a ochenta arqueros en la primera andanada, sus cuerpos desplomándose en un caos de sangre negra y gritos agudos que se perdieron en el viento helado que barría la cañada como un lamento. Tygran, cabalgando a la cabra, lideró a las falanges contra los trolls de las cavernas, su hacha cortando los tendones de las piernas del primero con un golpe preciso que resonó con un crujido seco, mientras la cabra embestía con sus cuernos, un impacto que rompió hueso y lo hizo tambalearse con un rugido de furia que llenó el aire. Las falanges, movidas por la misma aura que fortalecía sus golpes, lanzaron sus lanzas largas desde todos los ángulos, las puntas afiladas ensartando la carne pétrea del troll con una serie de crujidos que se mezclaron con el estruendo del combate, derribándolo con un golpe final de Tygran que resonó como un trueno, mientras el segundo troll caía bajo un ataque idéntico del dúo y las falanges, un esfuerzo que costó la vida de cuarenta guardianes, aplastados por los garrotes en su furia final, dejando a noventa y tres en pie, y diez falanges, alcanzados por fragmentos de roca y flechas, reduciendo su número a ciento cuarenta y siete.

"¡Rakân, bekâr!" gritó Tygran, su voz cortante mientras los guardianes se reorganizaban, formando un muro que resonó con el clangor de sus escudos al unirse para bloquear a los semitrolls que avanzaban desde el centro, sus lanzas pesadas destrozando a treinta guardianes más en un embate brutal que llenó el aire de polvo y sangre, dejando a sesenta y tres en pie, sus cuerpos robustos cayendo con un sonido sordo que resonó en la cañada como un eco de pérdida. Los lanzadores respondieron desde las crestas, arrojando hachas que silbaron como un enjambre mortal, matando a cien semitrolls en una oleada de muerte que dejó sus cuerpos grises desplomados sobre la tierra, sus lanzas pesadas cayendo con un estruendo sordo que se mezcló con el viento, pero veinticinco de ellos cayeron bajo una lluvia de flechas trasgas que perforaron sus armaduras rojizas y blancas, reduciendo su número a ciento veintisiete, sus barbas blancas tiñéndose de rojo mientras caían al suelo con un golpe seco. Las falanges, junto a Tygran y la cabra, ensartaron a cincuenta jinetes con sus lanzas largas, la cabra embistiendo monturas con una furia que arrancaba chillidos mientras Tygran cortaba jinetes con su hacha en un torbellino de sangre y acero que resonaba con cada impacto, pero quince falanges cayeron bajo flechas y lanzas que encontraron huecos en sus defensas, dejando a ciento treinta y dos en pie.

"¡Taran Durin Nur!" rugió Tygran, liderando una carga frontal desde el flanco con la cabra, su hacha destrozando un semitroll en dos con un corte limpio que envió sangre negra al aire, el dúo moviéndose como una sola fuerza imparable, la cabra pateando y embistiendo mientras él cortaba con una precisión amplificada por la fuerza que Liderazgo - Nivel 3 le otorgaba, un torbellino de muerte que resonaba en la cañada. Los jinetes de arañas galoparon desde los flancos, sus monturas negras saltando con agilidad mortal sobre los cuerpos caídos, pero Tygran gritó: "¡Baruk Khazâd!" y los lanzadores arrojaron otra oleada de hachas, derribando a ciento cincuenta jinetes en un instante, sus cuerpos desplomándose junto a las arañas destrozadas en un caos de icor verde y gritos ahogados que resonaron en la noche, mientras las falanges avanzaban con sus lanzas, acabando con el resto en un torbellino de acero y sangre que dejó las monturas destrozadas en el suelo como trozos de carne rota. Sin embargo, la horda trasga seguía presionando con una furia implacable: cuarenta guardianes más cayeron bajo las lanzas de los semitrolls y las flechas de los arqueros, sus cuerpos robustos desplomándose con un estruendo que dejó a veintitrés en pie; treinta lanzadores sucumbieron bajo una segunda andanada enemiga que atravesó sus defensas, reduciendo su número a noventa y siete, sus barbas blancas tiñéndose de rojo mientras caían con un golpe seco; y veinticinco falanges fueron abatidos por las lanzas y flechas que llovían desde las filas traseras trasgas, dejando a ciento siete en pie, sus escudos octogonales resonando al bloquear los golpes que aún llegaban desde la marea verde.

El combate se volvió un torbellino de caos, un enfrentamiento brutal de acero, sangre y gritos que llenaba la cañada con un rugido ensordecedor que parecía resonar hasta las colinas lejanas, un sonido que se mezclaba con el viento helado que barría el campo de batalla como un lamento eterno por los caídos. Tygran, montado en la cabra, cortó y esquivó, su Energía: 13/20 dándole una velocidad y fuerza que sentía correr por sus venas como un río de fuego, mientras la cabra embestía a su lado con una ferocidad que desafiaba su tamaño, sus cuernos arrancando gritos y crujidos de hueso de los trasgos que osaban acercarse al dúo letal, sus movimientos sincronizados como si fueran una sola entidad de destrucción amplificada por el aura de liderazgo que los envolvía y potenciaba cada golpe. Los enanos resistían, sus hachas, lanzas y escudos formando un muro menguante pero implacable contra la marea trasga que seguía presionando con una furia desesperada, sus números abrumadores chocando contra la disciplina enana como olas contra un acantilado que se negaba a ceder. "¡Rakân, bekâr!" ordenó Tygran de nuevo, su voz un rugido que se alzó sobre el tumulto, y los guardianes se reagruparon, sus escudos resonando al bloquear una carga desesperada de los trasgos mientras los lanzadores y falanges eliminaban a los últimos semitrolls y arqueros, las hachas silbando como un vendaval y las lanzas clavándose con una precisión letal que dejaba cuerpos amontonados en la tierra como trofeos caídos, un testimonio de la fuerza que Liderazgo - Nivel 3 había infundido en cada enano, en cada golpe que daban bajo la luz de la luna.

Los trasgos restantes, reducidos a menos de veinte por la carnicería implacable de los enanos, huyeron chillando hacia las colinas, sus armas abandonadas en el pánico, sus pasos resonando en un eco de derrota que se perdía en el viento helado que barría el campo de batalla como un lamento final, dejando atrás un silencio roto solo por el jadeo de los sobrevivientes y el crujir de la tierra ensangrentada bajo sus pies. Tygran, aún montado en la cabra, jadeó, apoyándose en su hacha mientras el sudor le corría por la frente, goteando sobre la tierra empapada de sangre, su respiración entrecortada llenando el silencio que seguía al caos, su montura pateando la tierra con una energía que parecía inagotable incluso tras la matanza. La interfaz brilló en su visión con un resplandor frío que iluminó su mente agotada: "Enemigos derrotados: 1562. Experiencia +18500. Nivel 11 alcanzado. Experiencia total: 34100. Puntos de Atributo: 4. Puntos de Habilidad: 4. Experiencia requerida para nivel 12: 26000." Tygran rió, su voz ronca resonando en la cañada mientras los veintitrés guardianes, setenta y dos lanzadores y ochenta y siete falanges lo rodeaban, sus armaduras salpicadas de sangre y sudor, sus rostros imperturbables a pesar de las pérdidas, su disciplina intacta bajo el peso de una batalla que había sido más feroz que cualquier otra.

"¡Ahora nivel 11!" exclamó, su voz cargada de un triunfo salvaje y un cansancio que se mezclaban en un gruñido que apenas contenía la satisfacción que lo inundaba como una marea imparable. Había alcanzado el nivel 8 con 14000, el nivel 9 con 18000, el nivel 10 con 22000, y el nivel 11 con 26000, dejando 4,100 puntos sobrantes para el nivel 12, que exigía 30000, un salto que reflejaba la magnitud de la horda que había enfrentado y destruido bajo la luna. La cabra pateó la tierra y le dio un cabezazo suave en la pierna, un gesto que lo sacó de su agotamiento con una risa que resonó en su garganta, su montura tan incansable como él en este campo de sangre y acero. "Lo hicimos, amiga," dijo, su tono más suave ahora, cargado de un alivio que no había sentido en días mientras le rascaba detrás de las orejas, sintiendo el calor de su lana bajo sus dedos temblorosos. Asignó los cinco puntos de atributo a Energía, llevándolo a 17/20, sintiendo un vigor renovado que lo hacía parecer una fuerza de la naturaleza, incrementando su ataque, velocidad de ataque y movimiento con una potencia que resonaba en cada músculo de su cuerpo.

Priorizando su liderazgo, destinó uno de los cinco puntos de habilidad a Liderazgo, llevándolo a 4: "Aumentan el ataque, armadura, recuperación de las unidades aliadas cercanas con un rango máximo y también recibirán una bonificación máxima de valor y aumento de obtención de experiencia," una aura pasiva que se expandió como una onda invisible, bañando a los enanos en una fuerza que endurecía sus posturas, hacía brillar sus ojos con un valor renovado y prometía aún más poder en cada batalla venidera. Con los cuatro puntos restantes, elevó Convocar Aliados Enanos a Nivel 7: "Invoca 2 regimientos de guardianes de nivel dos (60), 2 regimientos de lanzadores de hachas de nivel dos (60), y 2 regimiento de falanges de nivel dos (60) permanentes. Reutilización: 5 minutos," un aumento que resonó en su mente como un eco de las noches frente a su pantalla, jugando un juego que ahora vivía en carne y hueso. "¡Khazâd ai-mênu!" gritó, alzando su hacha al cielo una vez más, y la niebla volvió a llenar el aire, el cuerno retumbó con una fuerza que parecía sacudir las colinas lejanas, invocando sesenta guardianes que rugieron "¿Quién ha pedido a los guardianes?" con una ferocidad que resonó en sus pechos, sesenta lanzadores que gritaron "¡Sentirán el miedo al ver nuestras barbas!" con una precisión mortal en sus movimientos, y sesenta falanges que rugieron "¡La falange traerá el orden!" con una autoridad que cortaba la noche.

"¡Los enanos de Landas de Etten resisten!" rugió Tygran, montado en la cabra, el dúo alzándose como una fuerza imparable en el centro del campamento, el camino a la fortaleza trasgo más claro que nunca bajo el liderazgo que resonaba eternamente y las convocaciones que llenaban la noche con un ejército enano que parecía crecer sin fin, un desafío constante que las patrullas trasgas no podrían detener, sin importar cuántas veces regresaran bajo la luna implacable.

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